En Medellín, turistas siguen el rastro del barón de la droga Pablo Escobar

El interés por el mítico y sanguinario narcotraficante colombiano Pablo Escobar está intacto a 15 años de su muerte: un operador lleva desde hace un año a turistas extranjeros por el rastro del capo colombiano en Medellín, ciudad donde es adorado o detestado.

El Tour Pablo Escobar "todavía no es muy conocido pero se pide a menudo, sobre todo los estadounidenses", fascinados por el personaje, explica el cofundador del operador turístico Medellin Experience, Héctor Jiménez, un abogado que se convirtió en guía turístico.

En un potente 4x4 acompaña a sus clientes a la tumba de Pablo Escobar, en un gran cementerio verde en la periferia de Medellín. Se convirtió en un lugar de peregrinaje para los colombianos que se beneficiaron de su generosidad y para los extranjeros que llegan a tomarse una fotografía.

"Es la tumba más visitada de Colombia. A veces, vienen turistas a fumar marihuana e inhalar cocaína", cuenta Carlos Banegas, un ex empleado de Escobar actualmente dedicado al cuidado del panteón familiar, sobrio y sin brillos, a la sombra de palmeras en los troncos de las cuales se han grabado cientos de nombres de los visitantes.

"Leí un libro sobre Pablo Escobar, me parece un personaje interesante, me dio ganas de venir aquí (...) Es el colombiano más famoso", afirma un periodista estadounidense de vacaciones, sorprendido por el deseo de las autoridades de borrar a Pablo Escobar de la historia de la ciudad.

Una palestina que vive en Los Angeles se aleja de la tumba. "Estamos montando una pieza de teatro sobre Pablo Escobar, buscamos delinear el personaje", cuenta Vivien Sansour. "Hoy es un rey para los pobres, para mí es un poco como Hamas", la organización armada palestina que une terrorismo con trabajo social.

"No sé gran cosa sobre él, ¿está muerto de verdad?", pregunta Shay Frenkel, un informático israelí de 33 años, haciéndose eco de una creencia poco probable.
La casa donde Escobar fue abatido en 1993 por la policía colombiana está abandonada, con las ventanas tapiadas para impedir que se instalen personas sin techo. Discreta, sorprende a los visitantes por su simplicidad, lejos del lujo de los años de gloria del "Patrón".

En cambio, no queda nada de "La catedral", la lujosa residencia-prisión en la zona alta de Medellín donde los guardias no tenían derecho a entrar. "Están construyendo un monasterio", precisa el guía.

Medellín, una ciudad que recuperó la tranquilidad y prosperidad tras haber sido la ciudad más violenta del mundo a inicios de los años 90.

Pablo Escobar hizo reinar el terror en Colombia, asesinado sin dudar a rivales, policías e inocentes.

En Medellín, a menudo ayudó a los más pobres. En 1986, hizo construir 500 casas para alojar indigentes que vivían en un vertedero público. En el barrio Pablo Escobar, nadie habla mal del ex jefe del cartel de Medellín.

Yolanda Cobo de Vazquez, de 63 años, vive con sus dos hijas y sus cuatro nietos en una de estas casas pegadas a la montaña. "Pablo es nuestro benefactor, nos cambió la vida", le dice a un turista mientras apreta contra su pecho un retrato de quien fuera el criminal más buscado por la Agencia antidrogas de Estados Unidos (DEA).

Dos veces por año, Yolanda va a rezar a su tumba.

El Tour Pablo Escobar genera polémica en una ciudad en la que se quiere dar vuelta la página y dar una nueva imagen de seguridad y prosperidad económica.

"La gente cree que es una apología y que es demasiado honor para él, pero no, es un personaje importante, incluso (el pintor colombiano Fernando) Botero le dedicó una obra", se defiende Héctor Jiménez, que enumera anécdotas del legendario traficante de drogas
El interés por el mítico y sanguinario narcotraficante colombiano Pablo Escobar está intacto a 15 años de su muerte: un operador lleva desde hace un año a turistas extranjeros por el rastro del capo colombiano en Medellín, ciudad donde es adorado o detestado.

El Tour Pablo Escobar "todavía no es muy conocido pero se pide a menudo, sobre todo los estadounidenses", fascinados por el personaje, explica el cofundador del operador turístico Medellin Experience, Héctor Jiménez, un abogado que se convirtió en guía turístico.

En un potente 4x4 acompaña a sus clientes a la tumba de Pablo Escobar, en un gran cementerio verde en la periferia de Medellín. Se convirtió en un lugar de peregrinaje para los colombianos que se beneficiaron de su generosidad y para los extranjeros que llegan a tomarse una fotografía.

"Es la tumba más visitada de Colombia. A veces, vienen turistas a fumar marihuana e inhalar cocaína", cuenta Carlos Banegas, un ex empleado de Escobar actualmente dedicado al cuidado del panteón familiar, sobrio y sin brillos, a la sombra de palmeras en los troncos de las cuales se han grabado cientos de nombres de los visitantes.

"Leí un libro sobre Pablo Escobar, me parece un personaje interesante, me dio ganas de venir aquí (...) Es el colombiano más famoso", afirma un periodista estadounidense de vacaciones, sorprendido por el deseo de las autoridades de borrar a Pablo Escobar de la historia de la ciudad.

Una palestina que vive en Los Angeles se aleja de la tumba. "Estamos montando una pieza de teatro sobre Pablo Escobar, buscamos delinear el personaje", cuenta Vivien Sansour. "Hoy es un rey para los pobres, para mí es un poco como Hamas", la organización armada palestina que une terrorismo con trabajo social.

"No sé gran cosa sobre él, ¿está muerto de verdad?", pregunta Shay Frenkel, un informático israelí de 33 años, haciéndose eco de una creencia poco probable.

La casa donde Escobar fue abatido en 1993 por la policía colombiana está abandonada, con las ventanas tapiadas para impedir que se instalen personas sin techo. Discreta, sorprende a los visitantes por su simplicidad, lejos del lujo de los años de gloria del "Patrón".

En cambio, no queda nada de "La catedral", la lujosa residencia-prisión en la zona alta de Medellín donde los guardias no tenían derecho a entrar. "Están construyendo un monasterio", precisa el guía.

Medellín, una ciudad que recuperó la tranquilidad y prosperidad tras haber sido la ciudad más violenta del mundo a inicios de los años 90.

Pablo Escobar hizo reinar el terror en Colombia, asesinado sin dudar a rivales, policías e inocentes.

En Medellín, a menudo ayudó a los más pobres. En 1986, hizo construir 500 casas para alojar indigentes que vivían en un vertedero público. En el barrio Pablo Escobar, nadie habla mal del ex jefe del cartel de Medellín.

Yolanda Cobo de Vazquez, de 63 años, vive con sus dos hijas y sus cuatro nietos en una de estas casas pegadas a la montaña. "Pablo es nuestro benefactor, nos cambió la vida", le dice a un turista mientras apreta contra su pecho un retrato de quien fuera el criminal más buscado por la Agencia antidrogas de Estados Unidos (DEA).

Dos veces por año, Yolanda va a rezar a su tumba.

El Tour Pablo Escobar genera polémica en una ciudad en la que se quiere dar vuelta la página y dar una nueva imagen de seguridad y prosperidad económica.

"La gente cree que es una apología y que es demasiado honor para él, pero no, es un personaje importante, incluso (el pintor colombiano Fernando) Botero le dedicó una obra", se defiende Héctor Jiménez, que enumera anécdotas del legendario traficante de drogas.


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